Esta ciudad es un monstruo, he oído mucho esa frase últimamente: "la ciudad se come a las personas", puede haber algo de verdad en eso. Los espacios públicos del centro son muy impersonales, todo es grande, masivo, variado e veloz. A veces la soledad me da mucho miedo, creo que las personas nos volvemos más intolerantes cuanto más estamos solas. Uno se olvida de la paciencia y la flexibilidad, en mi caso la última pesa tanto.
En lugares como este sólo se puede tener paciencia, respirar y no olvidar la esencia propia. Así que con tanto en la cabeza sólo caminé hacia mi almuerzo del sábado, no tomé la ruta de siempre, decidí explorar otra calle y ver sus dinámicas, al regresar hice lo mismo. Al final decidí extender mi mano con la más sincera intención, eso sólo lo que puedo dar.
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