viernes, 12 de septiembre de 2008

...

LO VERÁS
consumirse a si mismo
en un rincón pálido
como el puro
que sus labios
temblorosos sostienen
en su piel seca y ceniza
se dibuja una sonrisa
con la que busca seducirte y exprimirte
cual parásito imperial
aunque sea un quetzal
para ajustar
que se yo
la renta, un trago, una línea, o algo
lo que el hambre de la adicción le demande
con el estomago vacío
y el corazón cobarde
el orgullo le arde
la desesperación por más lo sostiene
la autodestrucción no se detiene
por esa vereda empinada lo conduce
es la llama que lo consume
y su alma a cenizas reduce.
después de empinarse la botella hasta al fondo
después del último jalón profundo
no queda nada más que el silencio y el sabor amargo en los labios...
cerrar los ojos y morirse en vida
con químicos se llega más rápido al mismo lugar a donde todos vamos...

esos ojos verdes...

desteñidos vitrales verdes
a través de los que vi
el mundo como flor
y como invento.
puñales de jade
penetran
al fondo de mi cabeza.
tal vez el tiempo y la muerte
sean designio de ausencia
te busco persistentemente
adoleciendo tu adiós.

las cinco

hay algo sumamente liberador en el último timbre de un viernes... es como sí el reloj desatase la libertad y ésta saliese por las calles suelta y relajada para aventurarse en la noche... la luz aún no se pierde en el oeste, todavía se queda para vernos partir de nuestra rutina a quien sabe qué... esa libertad se respira en las calles, intoxica los pulmones y te empuja a marcar números para concertar algo nocturno.

sábado, 6 de septiembre de 2008

la vista

Los fines de semana el ruido del parque invade mi espacio. Inunda con ecos de canciones y risas mi vida. Es como si el parque fuese incapaz de contener su propio sonido y éste se desborda hacia todas direcciones, como una invación sonora de la urbe. La soledad se intimida ante el ruido de las masas que se congregan para pasar el rato en un espacio abierto mas no libre. Mi sentimentalismo de siempre... veo abajo y sé que extrañaré su presencia, la presencia de un ruido de fondo que hacia de la soledad de los fines de semana algo más tolerable...

viernes, 5 de septiembre de 2008

san miguel

Petén es un terriorio basto, monumental y siniestro. Lejana tierra del Norte donde todo sucede bajo el sol. Suelo con tanta cal que me seca la piel al caminar. San Miguel está aquinisito, una lancha de a dos pesos y ya... caminar por un sendero verde y robusto donde el olor a selva invade mi ser. Corredor de muros verdes con murmullos de diminutos insectos. Los Zancudos que me escoltan, prestos a sorber la sangre de mis miembros, zigzaguean a mi alrededor.


La peregrinación se termina en el sendero angosto que conduce a la playita. Ahhhhh las playas del Petén... el lago desplegado en su magnífica indiferencia, ha estado allí recostado en la planicie y estará allí aún cuando yo me vaya. Hay un facinación masoquista por la playita. Piedras que lastiman los pies, la basura que flota de tiempo en tiempo, en el puro relax del agua. Me siento pequeña ante tanta agua y tanta tierra... el cielo se me viene encima cuando me recuesto en las punzantes piedras. Petén no es igual que Guate, no. En Guate el valle me abraza y me acurruca, pero en San Miguel la monumentalidad del Norte me hace más pequeña y más humana. Allí no hay gigantes de piedra que reposen y me abracen.


Meto mis pies en el agua, haciendo caso omiso del dolor punzante y seco. Al adentrarme me percato de un lodo residual, espeso y viscoso. Tal vez todos de tiempo en tiempo nos metamos en las partes densas de la vida o con palabras ajenas recorramos esos pasajes donde pocos entran y menos salen. La playita posee esa belleza amarga de los paisajes que nos dañan y de cuando en cuando nos manchan con su espesor. Huelo a lago al salir. No quiero irme, pero parto de allí. Dejo tirada otra piel y me llevo la experiencia de haberme metido en la profundidad espesa de la vida. Melódico estallido, arranca el motor de la lancha que melancólico me introduce al viaje de regreso a la Isla, la vuelta es de a dos pesos.

grandes expectativas....

Camino recto y me topo con el muro de las expectativas ajenas. Me duele la nariz. A menudo me sorprende lo que la gente quiere de mi. En ocasiones no falta aquel que manifieste su deseo como exigencia. Se espera. Todos esperan. Debo confesar que yo espero. Esas expectativas se topan con mi indiferencia y se ofenden con su frialdad. Ahhhh la capa fría que me envuelve. Secretamente la acaricio y me complazco en ella, su superficie limpia y reluciente. Anoche un hombre esperaba que me portara "grata" con él. Cuando se topó con mi indiferencia y peor aún con mi aburrimiento ante su plática desabrida, se ofendió de manera profunda y escandalosa. Yo estaba sobria y él estaba borracho. AL FINAL ME PROFIRIÓ UN PAR DE INSULTOS Y SE QUEDÓ AHÍ BORRACHO Y OFENDIDO. Tal vez espere aún un comentario "amable" de mi parte o la actitud de "gratitud" que él esperaba anoche a fin de remediar mi terrible actitud... a mí me dio lo mismo...