regresaba a casa con una gran caja a cuestas, buscando una estación de metrô abierta, los sábados a esa hora sólo quedan dos entradas, de las cinco disponibles, en el sector. Así que durante esa búsqueda me topé con ella, la iglesia que tantas veces me prometí visitar, no podía posponer más la visita y me dirigí a la puerta con las maletas. Un indigente me vio fijo y simplemente agarré más fuerte las cosas y lo pasé de largo, mostrar miedo en el centro puede ser arriesgado. Al entrar obscuridad, me tomó tiempo adaptar la vista y el guardian del templo me siguió atento porque dentro de las prohibiciones está "tomar fotografías".
Es un espacio con mucha influencia bizantina, el barroco brasileño es muy distinto las formas son orgánicas y dolorosas pero con menos movimiento que las guatemaltecas, los murales tupidos con mucho ocre y las formas trabajadas en madera muy vivas, parecía que sus ojos me seguían (muy a lo Anne Rice). La ausencia de luz daba otra textura al espacio. Di el recorrido completo, al llegar hasta el altar mayor me hinqué, realmente era hermoso todo.
Los vitrales eran opacos y de tonos obscuros, esa ausencia de luz daba la sensación de intimidad y exclusividad. Salí y busqué otra entrada para la estación, pasé de largo al mismo indigente y llegué hasta el embarque para dirigirme a casa.
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