domingo, 5 de junio de 2011

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No habrán besos como los suyos, porque fueron los primeros. Nadé en ese mar de miel, sumergida en sus pupilas conocí el amor. Mordí sus labios, en mi paladar eran maduros y crocantes como una manzana caída del árbol, mas no lejos de él, fue así como conocí el deseo.


Llevé puesto el olor de su piel, tan blanca y tersa como leche, me persigue aún, porque fue íntimo y cálido como sólo las primeras veces son. En ese cuerpo semi descubierto pasé perdida poco tiempo, tan escaso como sólo la ingenuidad lo permite.


La luz se habría paso entre los altos pinos y el viento frío nos hacía consciencia de nuestra desnudez en ese rincón del alma. La noche nos brindaba su manto espeso. Hasta el día que ví sus dientes alineados como rocas blancas, escuché sus palabras de desdén y así conocí el desprecio. Lloré su partida e hice luto por su ausencia, fue así como entendí lo que es amar y no ser amada.

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