Llegué a la gasolinera con la aguja a punto de colapsar en la “E”. En la tienda una larga cola de hombres con mochila al hombro y panza chelera se amotinaban en el cajero. Es puente y es principio de mes. En las calles se siente ese algo que borbotea y te despliega la disyuntiva “me encierro en mi casa no vaya ser que me hagan mierda o salgo a hacer mierda a alguien”.
Noches de luna roja, en las que recorrés las calles con la excitación en la frente a sabiendas de que algo está a punto suceder. Porque en el aire se saborean la expectativa de un suceso, en noches como esta sólo existen esos dos caminos: encerrarse o salir.
SI SALÍS: Olfateas la ciudad y te zambullís en ella, sabes que te podes ahogar en medio de tanta ola violenta o que podes sobrevivir flotando hasta que el mar urbano te escupa en una playa desierta al otro día.
SI TE ENCERRAS: en tu cuarto te ponés a ver una peli para poder ignorar el retumbe de afuera y de repetís a vos mismo que por tu integridad física/mental y la de otros es mejor que estés allí custodiado por cuatro paredes y sólo.
1 comentario:
diario de un guatemalteco. Gracias paisana, por poner en letras lo que muchos callamos en silencio.
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