Inicia de este modo la fábula de las 46 sillas. Fueron cuarenta y seis a falta de proveedor de las otras cincuenta. Ésta fue una idea que pese a los abatimientos y retrasos logra sobrevivir los minutos en cuenta regresiva a la fecha de la ponencia. El jueves 18 se realiza la compra y el traslado de las sillas al hogar del Artista. El viernes 19 de diciembre se inicia la travesía de pintar cada silla para después colocar en cada una el mensaje, con el apoyo de la sangre más cercana.
Cada pregunta es buscada con detenimiento. El fin es que el lector se lleve consigo tanto la silla como la pregunta. La sillas se pintan de color blanco con pintura acrílica y la pregunta de color negro es escrita con marcador indeleble de modo de que la pregunta sobreviva cualquier alteración de color. El viernes avanza implacable y cada silla es pintada con atención a los detalles hasta el punto que los interventores inventan su propia dinámica de sillas, pintura y resultado. La madrugada llega y encuentra al artista abatido por el cansancio y a las cuarenta y seis sillas secándose.
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