jueves, 27 de noviembre de 2008

el paisaje cotidiano ha cambiado


ahora en vez de flores y árboles nuestra referencia son los rostros. El recorrido por las mismas calles a diario, la cotidianidad de la marcha fúnebre y rígida hacia las labores, se enmarca en las caras de nuestro prójimo más cercano: el vecino, el vendedor, el compañero de trabajo con el que compartimos por un considerable lapso de nuestro existir. Antaño eran las violetas las que enmarcaban nuestro haber, hoy son los transeúntes que como nosotros son víctimas o testigos de la violencia citadina.

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